Por
Daniel Fernández Canedo - La Argentina paga caro la demora del gobierno para
llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para
afrontar los compromisos por US$ 19.000 millones (los dólares no están y la
refinanciación tampoco) que vencen este año.
Como
en una comedia, el Presidente asegura que quiere el acuerdo pero que el FMI se
lo quiere imponer y reclama el apoyo del gobierno estadounidense en el
directorio del organismo.
Alberto
Fernández dice que quiere llegar a un acuerdo, la mayoría de la oposición
política también, los empresas y banqueros, desde ya para evitar un derrumbe
mayor de sus activos y, aunque el kirchnerismo no se sabe bien qué quiere,
le reclama a Martín Guzmán que haga su trabajo.
La
demora en llegar a un acuerdo está lejos de ser gratuita, y en los
últimos cuatro meses el gobierno le siguió pagando al FMI y achicando
a un mínimo las reservas netas de un Banco Central que viene peleando dólar a
dólar el tránsito para evitar el precipicio.
Desde
septiembre hasta acá el Central tuvo que sacar de las reservas US$3.800
millones (US$1.900 en septiembre y otros US$1.900 millones el 22 de
diciembre) para pagarle al Fondo sin lograr la ventaja financiera que tiene
un pagador confiable.
La
Argentina no lo es y, por tanto, le sigue pagando al organismo sin obtener
la ventaja de la devolución de esos dólares que un acuerdo de corto o mediano
plazo le posibilitaría.
Las
reservas netas del Central rondaban los US$2.000 millones antes de pagarle
US$700 millones a los bonistas del canje de deuda de Guzmán, y el próximo
28 de enero Miguel Pesce tendría que volver a poner la mano en el bolsillo de
las reservas para desembolsarle otros US$700 millones al FMI y
transitar hasta los primeros días de febrero, cuando vencen US$300 millones
más.
Ese
sendero de disminución de las reservas en el primer trimestre de este año,
cuando los vencimientos acumulados alcanzan los US$5.542
millones, está al límite y agravado por la ausencia de expectativas sobre
el posible despeje del horizonte financiero.
En
su presentación ante un conjunto de gobernadores, el ministro Martín Guzmán,
además de anunciar de que no se había llegado a un acuerdo con el Fondo por
diferencias sobre en qué período equilibrar las cuentas públicas, sostuvo que
se buscaba una "corrección fiscal gradual que haga sustentable la
deuda".
Si
esa es la idea que rodea la falta de acuerdo, es interesante rescatar un punto
de vista de Marina Dal Poggetto en el último informe de su
consultora EcoGo.
Dice
que ese "concepto no cierra si no descomprime la tasa de interés
en dólares que permita al país volver a acceder al mercado
de crédito".
Las
distintas posturas encierran un punto central de discusión sobre el futuro de
la política económica que vendrá.
Guzmán,
más preocupado por lo que pueda decir la vicepresidenta Cristina Kirchner respecto de que el
acuerdo con el FMI tiene que permitir la cosmética para minimizar que se están
ajustando las cuentas, y Dal Poggetto llamando la atención sobre una
verdad de hierro: sin dólares frescos las posibilidades de crecimiento de la
economía se reducen a un mínimo.
El
gobierno festeja, y es entendible por su situación de ahogo, que la
actividad económica aumentó 10% en 2021, recuperó lo perdido en el primer año
de pandemia, y sorprendió dentro y fuera de la Casa Rosada.
Levantando
la vista se confirma, también, que la economía todavía está abajo de 2019 y, lo
que es más preocupante, abajo de 2011. Van diez años de
estancamiento, y con 40% de pobreza y 50% de inflación anual hay muy poco para
festejar.
Las
reservas de dólares del Banco Central están al mínimo (le prenden velas todos
los días a que los exportadores liquiden embarques de trigo) y además de a un
acuerdo con el FMI, le rezan a que el precio de la soja se
mantenga arriba de los US$500 la tonelada en el mercado internacional
aunque el calor y la sequía podrían complicar las cantidades.
La
contracara de la falta de dólares es el exceso de pesos. El diciembre el
Central emitió $600.000 millones para cubrir el déficit del Tesoro y así 2021
terminó con una emisión equivalente a $2,1 billones, una verdadera
montaña de pesos que ahora el gobierno está viendo la forma de mantener en un
corral.
El
Central subió de 38% a 40% anual la renta de las Letras de Liquidez (Leliqs) de
28 días y de 37% a 39% la tasa de plazo fijo para los depositantes de
hasta $10 millones que efectiva anual es de 46,8%, más cerca de la
inflación prevista para este año aunque por debajo.
El
nuevo esquema busca que los bancos coloquen excedentes de pesos a 28 días o más
y no a siete como lo venían haciendo.
Además,
intenta que lo que no capten las Leliqs pueda tentarse con bonos
públicos, con lo cual Guzmán sale al mercado en estos días con un abanico de
bonos en su mayoría ajustados por la inflación.
Los
tenedores de pesos quieren o bonos atados a una inflación que
se pronostica en 50%, o dólares. Y el gobierno buscará tentarlos
al calor de la idea de que los dólares libres de $200 o más ya están en un
nivel lo suficientemente alto que no valdría la pena comprarlos. ¿Será
así si no hay acuerdo con el FMI después de tanto coqueteo y cepo
cambiario? Los precios de los bonos y acciones siguen demostrando que,
aunque derrumbados y por el piso, no creen en que el gobierno irá al default.
Toda una apuesta.
|