Por
Rubén Ramallo - Es habitual escuchar que los argentinos compran dólares por una
cuestión que incluso podría ser cultural. Se esté de acuerdo o no con este
enunciado, en lo que hay unanimidad es que es una opción siempre vigente por un
sinnúmero de motivos.
El
primero de ellos es la constante depreciación del peso, a lo que se suma el
escaso rendimiento que ofrecen los depósitos a plazo que en muchas ocasiones se
vuelve negativo ante un IPC que sube de manera implacable. Como si fuera poco,
a lo anterior se suma el largo historial de confiscaciones que sufrieron los
ahorristas a través del tiempo, lo cual repercute directamente en la falta de
confianza hacia el sistema financiero en su conjunto.
Un
reconocido economista de larga experiencia pinta la situación de cuerpo entero
al afirmar que "los dólares que
tenés en tu casa son tuyos, los que están en el banco, pueden ser del Gobierno".
Para
completar este "combo" falta agregar que para mucha gente el acceso
al mercado cambiario está prácticamente vedado luego de las limitaciones que
reforzaron aún más al cepo cambiario.
Entonces,
a la avidez
de la demanda se suma la cerrazón de la oferta en el mercado
oficial y ello da lugar a que el denominado mercado marginal o simplemente blue
no solo perdure a través del tiempo sino que también continúe en expansión,
tanto en volumen como geográficamente.
De hecho, las
operaciones que antaño se realizaban en oscuras oficinas del microcentro, ahora
se concretan a plena luz del día, en
particular en el Gran Buenos Aires, en locales a la calle y sin necesidad de
apelar a algunos artilugios para ocultar sus fines.
Más allá de este contexto, lo
llamativo del caso es que no siempre se gana o se logra mantener el capital invertido a lo
largo del tiempo. Prueba de ello es lo que viene sucediendo desde principios
del año pasado, salvo contadas excepciones.
Si
se analiza la evolución del dólar
blue en función de las cotizaciones de fin de cada mes a lo largo
del último año, surge claramente que hasta fines del primer trimestre cayó en forma
sustancial, pues pasó de los $166 de diciembre a solo $141 en marzo. Pero a
partir de este momento comenzó a trepar en forma casi ininterrumpida hasta
julio, cuando alcanzó los $180 por unidad.
Más
tarde, luego de cierta desaceleración retomó su impulso hasta cerrar el año con
una cotización de 208 pesos. Ya en los primeros días de este año, su precio
muestra ciertas oscilaciones, pues combina subas y bajas para ubicarse en la
actualidad por debajo de los 210 pesos.
Con
este recorrido, desde fines de
diciembre del pasado a hoy, el blue muestra una suba nominal del 26%, muy
por debajo de la inflación acumulada en igual lapso, que se estima por encima
del 50 por ciento.
Con
ese nivel de inflación lo más adecuado para analizar su evolución es sin dudas
corregirla en función del IPC, y aquí el análisis arroja algunos datos de
interés.
El
más significativo de ellos es que frente a diciembre de 2020, la pérdida en
términos reales del blue es del orden del 18% si se toman en cuenta los precios
de venta para ambos momentos y del 20% considerando el tipo de cambio comprador
actual.
El
otro punto a destacar es que salvo
las compras realizadas entre marzo, cuando el precio tocó un mínimo, y junio,
para el resto de los meses, las cotizaciones ajustadas se ubican por encima de
la última conocida.
Dicho
de otra manera, quienes compraron
dólares en marzo del año pasado pueden mostrar hoy una ganancia
real del orden del 6%, que
se reduce al 4% si la
compra fue realizada en abril y
a solo el 3% si fue
en mayo.
Para los meses siguientes,
los precios de
compra superan a los actuales, con el consiguiente quebranto. Y
en este cálculo no se incluye otro elemento clave: la inflación que viene
acumulando el
dólar en EE.UU., ante una inflación que en el último año fue la más alta en
varias décadas.
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