Por Juan Strasnoy
Peyre
- El viernes la Secretaría de Hacienda publicará el resultado fiscal
de diciembre, que marcará un déficit primario de
casi un punto del PBI en un mes estacionalmente exigente. Ese rojo se sumará al
2,1% del producto que había acumulado entre enero y noviembre para cerrar 2021
“entre 2,9% y 3%” del PBI, según adelantó Martín Guzmán ayer.
Se
trata de un desbalance mucho más bajo que el presupuestado inicialmente (4,5%)
e incluso menor a las proyecciones que el propio ministro hacía semanas atrás
(3,5%). Es también menos de la mitad que el de 2020. Más aún, esos números
excluyen de los ingresos los recursos extraordinarios que envió el Fondo
Monetario Internacional a sus países miembro bajo la forma de derechos
especiales de giro (DEG): al contabilizarlos, el déficit primario anual se
achica a 2% del producto.
En
una suerte de señal a Washington, ese resultado se cuela en la negociación que
el Gobierno lleva adelante con el FMI para
acordar un nuevo programa que permita refinanciar la deuda de u$s45.000
millones que tomó Mauricio Macri.
El
sendero de recorte del déficit fiscal está hoy en el centro de las discusiones.
El Ejecutivo propuso una rebaja gradual hasta alcanzar el equilibrio primario
en 2027, mientras que el Fondo exige ir más rápido. En palabras de Guzmán, se
trataría de la diferencia entre un plan de crecimiento y uno de ajuste que
ahogue la reactivación antes de alcanzar siquiera los niveles previos a la
crisis que empezó en 2018.
Pero
la nueva base desde la que partirían las metas fiscales del plan plurianual en
negociación (el 3% del PBI o menos de 2021) acerca levente los números y lleva
al Palacio de Hacienda a revisar a la baja la pauta propuesta para 2022. En el
proyecto de Presupuesto que naufragó en el Congreso, Guzmán había estipulado un
déficit del 3,3%, que marcaba una leve disminución de dos décimas respecto de
la estimación previa para el año pasado.
Si bien evitan precisar
detalles de las cifras que intercambian a diario los negociadores argentinos
con los técnicos del Fondo, fuentes oficiales
ratifican que la idea con la que se trabaja es la de “un sendero descendente
año a año, a un ritmo sostenible”. Eso marcaría para este año algunas décimas
por debajo del 3% del PBI. “El tema es la velocidad y que no implique un
ajuste”, afirman.
Con
todo, las tensiones persisten. El Fondo insiste en un recorte de las partidas
para obra pública para acelerar la baja del déficit. “El FMI planteó que debe
haber una consolidación fiscal más rápida. Pero hay dos problemas: el primero
es que la forma como ellos lo plantean detendría la recuperación económica en
el corto plazo. El segundo es que el punto en el cual se enfocaría la más
rápida consolidación fiscal sería en una expansión menor de la inversión en
infraestructura pública. Para nosotros eso es crítico porque esa
inversión es la que más necesita Argentina desde el punto de vista productivo”, dijo Guzmán ayer en
una entrevista con AFP. Y agregó: “Estamos un poquito mejor que hace una
semana, pero hay un camino importante por recorrer”.
Pero
como toda discusión con el Fondo, se trata de una negociación política con las
grandes potencias. Por eso, en Economía había expectativa por el resultado de
la reunión entre el canciller Santiago Cafiero y Antony Blinken, su par de
Estados Unidos, el país determinante dentro del organismo que encabeza
Kristalina Georgieva y el único con poder de veto en las decisiones de mayoría
especial.
Según
comunicó la Cancillería argentina, ayer en Washington Cafiero le pidió a
Blinken que interceda ante el Tesoro (que conduce Janet Yellen) “para contar con
el apoyo de EE.UU. en el Fondo, y que de este modo no se restrinja el
crecimiento de Argentina”. El Tesoro tiene una posición más dura que la Casa
Blanca, creen en la Rosada. “Blinken sostuvo que apoya firmemente las
negociaciones con el FMI y aspira a una pronta resolución positiva”, aseguró el
Palacio San Martín.
Lo
cierto es que, aun con un sendero como el que propone el Gobierno, los
analistas ven difícil una reducción del déficit en 2022 que no implique ajustes
del gasto. En un país con una aguda crisis social y en medio de una
recuperación de la actividad más veloz de la esperada, el 3% del año pasado
reflejó tres condiciones simultáneas: ingresos extraordinarios (por el aporte
de las grandes fortunas y el boom de precios de los commodities), el impacto
del crecimiento del 10% en la recaudación tributaria y también la disciplina a
la hora de gastar, que incluyó un recorte en términos reales de las partidas
destinadas a jubilaciones y la eliminación del grueso del paquete covid de
2020.
Sin
una segunda edición del aporte solidario y con una sequía que amenaza con
afectar los ingresos vía retenciones, el punto de partida para este año luce
más complejo. En el Gobierno apuestan a que una continuidad de la recuperación
económica impulse la recaudación de impuestos ligados a la actividad, además de
recortar los subsidios a la energía a través de un descongelamiento y
segmentación de las tarifas.
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