Por Gustavo
Marangoni - El sector público argentino es una víctima tardía de la
pandemia. El hashtag #elestadotecuida, que supo promoverse en 2020 durante
el doloroso apogeo del Covid, dejó de ser tendencia. Por el contrario,
crecieron en la sociedad las opiniones de aquellos que creen que el Estado es
el problema y no la solución.
Otro
hashtag que supo inundar las redes y las pantallas de los canales de televisión
en el contexto de las restricciones sanitarias fue #quedateencasa. La
conjunción de ambos mensajes terminó teniendo resultados lesivos para la
reputación estatal. La mirada inicial de aprobación frente a las iniciativas de
protección y cuidado fue cediendo para dar lugar al enojo por el exagerado
tamaño y la escasa eficacia de un importante sector de la administración
pública que en sus tres niveles -Nación, provincias y municipios- aun sin
funcionar no limitó ingresos ni prerrogativas.
Mientras el personal
sanitario dio todo y recibió muy poco, otras dependencias y agencias estatales
no dieron nada y siguieron recibiendo todo.
Gasto
público: cambio de visión entre los votantes del kirchnerismo
En
el último informe de la consultora de opinión Zuban-Córdoba y Asociados, un
arrollador 70,3% responde que el próximo Gobierno debería ajustar
el gasto público, frente a un 15,4% que entiende que habría que mantenerlo en
los registros actuales y solo un 9,9% que promueve el aumento.
Resulta
obvio suponer que para alcanzar esa dimensión de apoyo a los recortes, una
franja de los votantes del Frente de Todos tuvo que contestar afirmativamente.
Y así fue. Un 40,5% de los que eligieron en 2019 la boleta Fernández-Kirchner
comparten diagnóstico con el 95,1% de los que escogieron Macri-Pichetto. En
estos últimos no hay novedad alguna. Pero en los primeros la postura llama poderosamente
la atención pues provienen de una cultura política más empática a la presencia
estatal.
A
medida que avanzamos en la lectura de la encuesta nos encontramos con
respuestas movilizadoras. A la pregunta
¿dónde habría que ajustar?, la mayoría de los 2.000 entrevistados que
componen la muestra coinciden en que no debe afectarse la obra pública, la
educación y la ciencia y tecnología, sino que la tijera debe podar hasta la raíz los planes sociales.
El 63% entiende que se deberían eliminar. Y dentro de ese porcentaje se debe contabilizar el
33,8% de los votantes del FdT en las últimas presidenciales. Por supuesto que
en ese espacio se siguen recogiendo la mayor cantidad de respuestas en favor de
mantenerlos. Pero en mucha menor proporción que años atrás.
Impuestos:
otro viraje dentro del Frente de Todos
Además, el 51,5% de
los frentetodistas de 2019 adhieren a la necesidad de reducir los
impuestos. ¿Qué pasó? ¿Se volvieron libertarios o macristas? ¿Decidieron
abandonar sus
convicciones en favor de la redistribución de ingresos y las aspiraciones por
una sociedad más justa? No parece probable. Sí se puede manejar la posibilidad
que en las actuales condiciones de la economía del país, lo que pocos años
atrás se consideraba virtuoso y positivo hoy es observado como inadecuado e
injusto. Suena coherente para quienes sostienen doctrinariamente que "la
única verdad es la realidad".
Quizás
se esté manifestando un agotamiento de un paradigma de casi dos décadas, no en
lo que refiere a los objetivos estratégicos sino a los instrumentos para
alcanzarlos. Teniendo en cuenta que en el AMBA las adhesiones están en sintonía
con las del resto del país, quizás sea el momento de sacarse las anteojeras
ideológicas. Y eso vale para ambos lados de la grieta.
Sería
deseable que el lenguaje de ciertos dirigentes políticos, comunicadores
mediáticos y usuarios de las redes sociales abandone el uso de términos
discriminadores como "choriplaneros". Contaría como una contribución
a erradicar discursos de odio y también como una manera inteligente de apalancar
la nueva conciencia colectiva que germina en beneficiarios de planes que buscan
regresar al mercado laboral.
Valores
transversales que se fortalecen
La
educación y la cultura del trabajo parecen haberse revigorizado como valores
de modo transversal a lo largo de todos los estamentos comunitarios y muy
particularmente en las bases de la pirámide social. Nuevas conductas requieren
liderazgos con capacidad de lectura e interpretación renovadas. Hay a quienes
les resulta cómodo y práctico escaparse a estos cambios de opinión rotulándolos
como "una nueva avanzada del neoliberalismo fomentada por los medios
hegemónicos y los grupos
concentrados". Tal posición, además de constituir un ideologismo, conlleva
una actitud reaccionaria que desvaloriza las expresiones populares negándole la
posibilidad de construir posiciones autónomas. Algo así como: "si no
piensan como nosotros es porque los engañan".
El
elitismo no es un patrimonio de la derecha. A muchos progresistas les calza a
medida. Entre las muchas asignaturas pendientes de la dirigencia está la de
encontrar el equilibrio entre la relación estado-mercado y la necesidad de
reconocer que el crecimiento y la distribución jamás pueden ser presentadas
como alternativas excluyentes porque son indisolublemente complementarias. Y
que el contexto de estabilidad es el único propicio para alcanzar el
desarrollo.
La
sociedad lo entendió hace tiempo. Por ello, la inflación encabeza el ranking de
preocupaciones en todos los estudios de opinión hace años. En esta coyuntura
histórica aumenta la conciencia de que el financiamiento espurio del déficit
por la emisión de una moneda sin respaldo y la mansa aceptación de la
indexación de todos los indicadores económicos no constituyen la salida de la
crisis sino su causa. |