Por Sergio Serrichio - La invasión rusa y la guerra en Ucrania
gatillaron fuertes cambios en la geopolítica y la economía mundiales.
No todos los países ni todos los sectores fueron igualmente tocados. En
el caso argentino, dos efectos son bien conocidos: el aumento del precio
internacional de las principales materias primas agrícolas amortiguó el impacto de la sequía que afectó la campaña
2021/22, y el de los hidrocarburos expuso la fragilidad de la situación energética. Del
tercero, en cambio, se habló menos: el golpe a producciones regionales de las
que Rusia y, en menor medida, Ucrania y Bielorrusia, son clientes de peso.
“Nada menos que 20% de los limones y 38% de las mandarinas argentinas
van a Rusia y no es posible redireccionar esa mercadería, porque hace dos años
no se abre ningún mercado. Por falta de voluntad política; hay un montón de
negociaciones sanitarias y comerciales que están en el limbo”, dijo a Infobae Jorge
Amigo, gerente general de Federcitrus, la federación que agrupa a las
distintas cámaras citrícolas del país, en un reciente foro organizado por la
Fundación Alem, vinculada a la UCR.
Si bien los sucesivos embargos a Moscú excluyeron el comercio de
alimentos y medicinas, la exclusión de Rusia del Swift (sistema de mensajes
interbancarios por el que circula el grueso de los pagos internacionales), y
las complicaciones logísticas, con las grandes navieras y/o sus gobiernos
plegándose al cerco comercial y financiero, complicaron el envío y cobro de
mercadería. Encima, claro está, de las trabas internas.. “Lo que se le está
pidiendo ahora al gobierno nacional, ya que sobre las navieras no puede, es que
actúe sobre las terminales portuarias, para recortar las moras en aduana, por
trámites y requerimientos de la AFIP”, explicó Amigo.
Los principales destinos de las exportaciones argentinas de cítricos
En el caso de la “mandarina temprana”, contó a Infobae Santiago
Caprarulo, director ejecutivo de la Cámara de Exportadores de Citrus del
Noreste Argentino (Cecnea), Rusia llega a absorber entre 35% y 50% de la
exportación argentina, sobre todo al inicio de la campaña. Se trata de
variedades pequeñas como Okitsu y Satsuma (genética japonesa) y las locales
Nova y Clemenules, que todavía se están cosechando en Entre Ríos, Corrientes y
Misiones.
Ante la decisión de grandes navieras, como Maersk y Hamburg Sud, de no
ir más a Rusia y la falta de contenedores, el sector recurrió a una solución de
apuro, la exportación en buques-bodega de Baltic, una naviera rusa, que
saliendo de la Terminal EuroAmérica del puerto bonaerense de Campana hace en 20
a 21 días la ruta directa a San Petersburgo.
Como en bodega
“Se carga en pallets y va en bodega; en términos de seguridad
fitosanitaria lo ideal es mandar en contenedores refrigerados, pero para viajes
de menos de 30 días es una solución correcta, aunque no sirve para llegar a
China o los mercados del sudeste asiático”, explicó Caprarulo.
Al tratarse de mercadería perecedera, el trayecto recorta los tiempos de
logística y comercialización en destino, pero los rusos están ansiosos por la
fruta argentina, que pagan bien, al punto de absorber costos de flete que en el
último año se duplicaron en dólares. Ayudó la impensada evolución del
rublo, que tras caer abruptamente al inicio del conflicto bélico y las sanciones
se revaluó y cotiza hoy mejor que antes de la invasión rusa a Ucrania, incluso
contra el dólar. Otro empujoncito a favor fue que Moscú eliminó los aranceles a
la importación. El día de la primera carga por Baltic, en la que también se
enviaron limones y peras, “el buque parecía una verdulería”, destacó Caprarulo.
El buque-bodega de la naviera rusa Baltic, cuya carga lo hace parecer
"una verdulería"
Adonde ya no va mercadería es a Odesa, ciudad-puerto ucraniana vejada
por la agresión rusa que concentraba los envíos a la Comunidad Económica
Euroasiática (Rusia y países limítrofes). En cualquier caso, las exportaciones
a Rusia “son muy conversadas”, dijo Santiago Caprarulo. Ante la incertidumbre
sobre el arribo y cobro de la mercadería no se carga sin pago total o parcial
por adelantado.
Sin Swift
La exclusión de Rusia del Swift complicó las operaciones, pero igual se
están pudiendo hacer. “Los rusos no quieren quedar desabastecidos y el sector
frutícola argentino está acostumbrado al riesgo”, explicó Caprarulo, camino a
una reunión con Jorge Argüello, embajador argentino en EEUU, y el
gobernador entrerriano, Gustavo Bordet, para que los cítricos
argentinos puedan ingresar, contraestación, al mercado norteamericano. Allí el
desafío es otro: superar la resistencia de los lobbies de California y
Florida, principales estados citrícolas de EEUU.
Jorge Thefs, gerente de Productores Argentinos Integrados (PAI), brazo
exportador de la producción de peras y manzanas de Río Negro y Neuquén, precisó
que entre las dos provincias producen 1,1 millones de toneladas de peras y
manzanas. En el caso de la manzana, 12% de las exportaciones tienen a Rusia como
destino, y 24% en el de la pera.
Nada menos que 70% de las peras que se consumen en Rusia llegan de la
Argentina, dijo Thefs: Y la ventas de ambas frutas al mercado ruso arrima
unos USD 65 millones al año, suma importantísima para la economía del
Comahue.
Hasta febrero, la exportación salía, normalmente, por el puerto de San
Antonio Oeste, tocaba primero el puerto de Santos (Brasil), donde abordaba un
“buque-madre”, y llegaba a Rusia previo trasbordo en Rotterdam (Holanda) o
Bremen (Alemania). El 24 de febrero, día de la invasión rusa, ya se habían
enviado 4 cargas, pero tras el inicio de la guerra y las sanciones, las navieras
Maersk y Hamburg Sud tomaron la decisión de no ir a Rusia, aunque alimentos y
medicinas no estaban bloqueados.
Sin rumbo en alta mar
Unos 450 contenedores de peras y manzanas quedaron sin destino
cierto en alta mar. “Nos pedían que los redireccionemos, pero era muy
difícil, por el volumen y la calidad que va al mercado ruso”, dijo Thefs.
Gracias a una larga negociación que involucró también a la embajada argentina
en Dinamarca (Maersk es danesa), los exportadores lograron que se hiciese el
trasbordo y las peras y manzanas llegaron a San Petersburgo tras 60 días
de navegación, casi una odisea, recompensada con “precios muy satisfactorios”.
Hacia adelante “la cosa se complicó”, prosiguió Thefs. El mercado ruso
seguía pidiendo esas frutas, pero durante marzo no se pudo enviar nada. A
partir de abril, peras y manzanas emprendieron una nueva odisea, esta vez
por tierra, para salir ya no de San Antonio Oeste, en Río Negro, a menos de 400
kilómetros del Valle, sino desde Campana, a unos 1.100 kilómetros, para hacerle
compañía a las mandarinas, naranjas y pomelos del NEA y a los limones de
Tucumán en el buque verdulero de Baltic que refirió Caprarulo, y a través
de una naviera suiza.
Los principales compradores de fruta fresca de la Argentina, incluido
cítricos y variedades de pepita
Si la exportación argentina pudo salvar la ropa fue porque Sudáfrica
(principal competidor en peras) tardó en reaccionar y Chile (principal
competidor en manzanas) también enfrenta dificultades logísticas para llegar a
Rusia. “Seguimos cargando mercadería, porque no hay alternativa al mercado
ruso, pero la situación es frágil”, dijo Jorge Thefs, que también mencionó le
eliminación del derecho de importación de 3,75% que Moscú aplicaba sobre peras
y manzanas.
Tercero en discordia
Pero es improbable que Sudáfrica no reaccione. Su presidente, Cyril
Ramaphosa, es crítico de las sanciones y quiere recuperar el mercado ruso,
que fue hasta 2021 el segundo más importante para la exportación de peras y
manzanas y el cuarto de cítricos sudafricanos. Al menos eso sugieren el
reciente arribo del carguero ruso Vasiliv Golovnin, al puerto de Ciudad del
Cabo y noticias de una negociación de Sudáfrica para comprar USD 2.000 millones
de gas a Gazprom, la principal productora rusa.
Mientras tanto, la situación de los productores de peras y manzanas del
Alto Valle se deteriora. El martes, productores neuquinos y rionegrinos
realizaron realizaron un tractorazo por las rutas del Comahue reclamando la
falta de precio para su producción y advirtiendo las pérdidas por la suba
costos, la fuerte presión impositiva, las intimaciones de la AFIP y la
imposibilidad de afrontar el pago de servicios de luz y gas con aumentos de
hasta el 100% interanual.
El cambio en la geopolítica mundial, que podría ir de la globalización a
la regionalización y del offshoring al friendshoring (esto
es, de invertir en donde sea más rentable a hacerlo en donde sea más amigable)
trasciende la coyuntura.
“Aunque la guerra termine, es un cambio estructural; las
principales navieras han levantado sus inversiones en Rusia (terminales, frío,
personal); la oficina de la principal armadora de contenedores, de 80 personas
dejó solo 20 y nos dijo que quiere dejar el mercado ruso, que es solo el
3% de sus ventas”, contó el gerente de PAI. Un segmento, recordó, que la
Argentina venía desarrollando desde 1998, con participación directa de los
supermercados.
Un informe de PwC, reportado por Infobae, había advertido cómo la
invasión de Rusia a Ucrania afecta también la exportación de manteca de Córdoba
y la de pescados y mariscos de Chubut, precisando el panorama de las provincias
argentinas más afectadas por el conflicto bélico.
Pero de lejos la principal preocupación es cómo harán las frutas
argentinas para seguir llegando al mercado que más las aprecia.
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