Domingo 14 - Por Pablo
Wende - La postergación del anuncio formal sobre la nueva segmentación de
tarifas, incluyendo la eliminación de subsidios a partir de determinados
niveles de consumo, no fue casual. Se trató de una decisión estratégica
que tomó Sergio Massa para darle más fuerza a los anuncios relacionados con el
control del gasto público y consiguiente baja del déficit fiscal, que se
sucederán a lo largo de toda la semana.
Bajar el rojo fiscal es una cuestión clave por dos
razones: llevaría tranquilidad a los mercados financieros y al mismo
tiempo pondrá a prueba hasta dónde llega su margen de maniobra en el nuevo
esquema de poder del Gobierno.
El ministro de Economía considera que arrancó su gestión con el pie
derecho, pero ahora tiene un desafío mucho más grande por delante. Su
intención en lo inmediato es no dejar pasar el tren y seguir activamente con
medidas que permitan bajar los niveles de desconfianza de los inversores. A
favor, cuenta que el BCRA dejó de perder reservas en los últimos días, se
estabilizaron los dólares financieros y alejó con claridad el escenario de
“reperfilamiento” de la deuda en pesos hasta el año que viene.
Tarifas y subsidios
La segmentación tarifaría permitiría una reducción de subsidios de
alrededor de $ 500.000 millones anuales, aunque sólo unos 160.000 millones de
pesos impactarían este año. A eso se le sumará la cuota excepcional de
adelantado de Ganancias para grandes empresas. Una medida resistida y que
aumenta la presión tributaria de este año, al tiempo que también cambia la
planificación financiera de las compañías de la noche a la mañana. Se trata de
un ingreso que permitirá solventar el bono a jubilados.
Junto a ello se vienen varias decisiones concretas relacionadas con
ponerle un tope al gasto público. A partir de ahora, ningún organismo que
tenga dinero en plazos fijos que no respondan al capital de giro normal de
trabajo de 45 días podrá pedir asistencia al Tesoro nacional. Al mismo tiempo
se efectuarán ajustes técnicos a las partidas de organismos descentralizados y
provincias, que implicarían un ahorro adicional de $ 132.000 millones.
Massa, con los funcionarios salientes y entrantes de la secretaría de
Energía, donde finalmente se pondrá en marcha un aumento de tarifas
El objetivo final es acercar todo lo posible el déficit primario al 2,5%
del PBI, en línea con lo comprometido con el FMI. Esto no solo aseguraría
nuevos desembolsos del organismo; también reducirá la necesidad de emisión del
Banco Central, al menos vía adelantos transitorios.
Al menos Massa no se tuvo que hacer cargo del índice de inflación récord
que le dejó Martín Guzmán. En todo caso deberá mostrar resultados a partir
de este pico histórico de 7,4% de julio. Un “triunfo” de su flamante gestión
sería bajar el índice a niveles de entre 5% y 6% mensual hasta fin de año. Aún
así la inflación de 2022 no bajaría del 90 por ciento. El pronóstico más alto
de inflación lo dio FIEL esta semana, al calcular un 112% para el año. Pero
este escenario incluye una devaluación del tipo de cambio oficial, algo que al
menos por el momento Massa no avala.
Emisión e inercia inflacionaria
No será fácil combatir la inflación en el corto plazo, teniendo en
cuenta que el Central emitió una cifra récord de 2 billones de pesos entre
junio y julio para sostener la deuda en moneda local. Esa “canilla” de
expansión monetaria habría quedado cerrada al menos en forma momentánea, pero
sus efectos sobre la inflación se seguirán sintiendo en los próximos meses.
El frente cambiario sigue siendo el más acuciante de todos los que
hay que atacar. En la última semana al menos hubo noticias tranquilizadoras. En
las últimas tres jornadas el Central ya no terminó con saldo vendedor, luego de
pérdidas de más de USD 1.200 millones en julio y otros USD 1.000 millones en
los primeros días de agosto. Pero el nivel de reservas netas sigue siendo
crítico. Las explicaciones del titular del BCRA, Miguel Pesce, sobre el
uso del swap chino, no convencieron a nadie.
La clave no fue el adelanto de exportaciones prometidos por sectores
como el campo, minería y pesca, sino el ahorro en importaciones de
energía. De acuerdo a los últimos números que manejaban en la secretaría,
en agosto sólo serán necesarios USD 1.000 millones para importar gas licuado,
cuando las previsiones del mes eran de unos USD 2.000 millones. La
disminución de las compras de cargas de ese combustible llevó a un promedio
diario de USD 50 millones, cuando venía siendo cerca de USD 100 millones.
Massa con el embajador de China en la Argentina. Otro frente para buscar
reforzar las reservas del Banco Central
También los dólares financieros encontraron una mayor estabilidad, en la
zona de los $290, mientras que la brecha cambiaria se mantuvo casi sin cambios
durante toda la semana en el 100 por ciento.
Tasas, dólares y bicicleta
La fuerte suba de tasas de interés de 9,5 puntos porcentuales, hasta
casi 70%, tendría un mayor impacto sobre el tipo de cambio que sobre la
inflación. Nada nuevo bajo el sol. Si el mercado se convence de que el
escenario de explosión quedó atrás (hiperinflación y descontrol cambiario
incluidos) , podría volver a impulsar el “carry trade”, o bicicleta financiera.
En otras palabras, crecerían las apuestas para ganar con la tasa de interés en
pesos, aprovechando que los dólares financieros ya tuvieron un importante
ajuste del 40%, un poco debajo de la inflación acumulada del 46% en lo que va
del año.
El canje de bonos en pesos por dos billones despejó de manera
significativa el horizonte de vencimientos al menos hasta noviembre inclusive.
Es cierto que solo pateó la pelota a 2023, pero se ganó tiempo para consolidar
medidas que lleven cierta tranquilidad. Por otra parte, el aumento de
tasas es una medida ortodoxa que marca un cambio de rumbo respecto a lo que
venía haciendo hasta ahora el Gobierno, reticente a medidas que en teoría
podrían afectar el consumo y el nivel de actividad.
En sus primeras dos semanas de gestión Massa también contó con algo
de suerte: los mercados financieros tuvieron un comportamiento muy positivo,
incluyendo el dato tranquilizador de inflación cero en Estados Unidos en
julio. Esto calmó las tasas de interés y volcó más recursos en mercados
emergentes. Este mejor clima bursátil le puso un piso a las cotizaciones de
bonos y acciones, al tiempo que también ayudó a estabilizar el mercado
cambiario. El dólar en Brasil, por ejemplo, cayó desde 5,50 reales a fines de
julio a apenas 5,08 sobre el cierre de la semana pasada.
El “plan Massa” no atacará los profundos problemas que arrastra desde
hace décadas la economía argentina. Pero ganar algunos meses resulta algo
valioso, incluso para las aspiraciones presidenciales del ministro. En el
arranque de 2023 empezará a jugar la apuesta electoral de los inversores. Un
posible cambio de rumbo político o incluso la expectativa de dos competidores
de “centro” ayudaría a encauzar las expectativas y favorecer un recorrido algo
más tranquilo hasta las elecciones.
La previa electoral
podría parecerse más a la de 2015 (que le permitió a Cristina Kirchner llegar
sin que explote todo) que al palo histórico que sufrieron los activos
financieros en 2019, cuando las PASO de aquel año dejaron en claro el retorno
del kirchnerismo al poder. |