Domingo 23 - Por Pablo Wende - La histórica sequía que afecta a
diversas zonas de la Argentina, pero sobre todo a la zona núcleo de producción,
encendió luces de alerta máxima en el Gobierno. Sergio Massa sigue con
atención la merma en la cosecha de trigo, que hasta la fecha implica una
pérdida de por lo menos USD 3.500 millones, aunque la cifra aumenta día a día.
La preocupación no pasa solo por el menor ingreso de divisas hacia fin de año.
Además se complica el abastecimiento interno, generando una fuerte presión
sobre el precio de la harina y por ende una enorme lista de productos de la
canasta básica.
El ministro de Economía ya analiza declarar varias zonas trigueras en
estado de emergencia ante la falta de lluvias. El interior de la provincia de
Buenos Aires sería una de las zonas más afectadas. Junto a la ayuda
financiera que podrían recibir los productores trigueros, también está la intención
de asegurar el abastecimiento interno.
Como ya hubo adelanto de exportaciones, algo que le sirve al Gobierno
para cobrar retenciones, el panorama es todavía más desafiante. Ya hay
contactos entre funcionarios del equipo económico y el sector rural para encontrar
una salida.
La opción en estudio sería postergar embarques al exterior,
privilegiando la demanda local. Si bien se trata de un momento histórico
para exportar trigo, ante los efectos de la guerra entre Rusia y Ucrania, la
sequía y la merma de la cosecha vuelven imposible aprovechar esta supuesta
ventaja.
Incentivos e inflación
Massa prepara además una serie de anuncios para incentivar la producción
agropecuaria. Tal como lo prometió al lanzar el “dólar soja”, habrá incentivos
con préstamos blandos y otras ventajas para los productores de maíz y las
economías regionales. La inversión del sector público llegaría a los
40.000 millones de pesos y se busca ampliar en medio millón de hectáreas la
superficie cultivable.
La inflación es el tema prioritario para Massa. Si bien se registraron
dos meses consecutivos de caída, aún se ubica por arriba del 6% mensual. Y no
está claro que en octubre se pueda perforar ese piso alto que muestra el
índice. Terminar el año por debajo del 100% podría ser uno de los objetivos,
pero obviamente sería absurdo festejarlo, considerando que se trata del año con
mayor inflación que se registra desde principios de 1990, hace ya más de 30
años.
Esta semana continuarán las negociaciones para alcanzar acuerdos
sectores, por ejemplo con los laboratorios por el precio de los medicamentos y
con los fabricantes de ropa, que acumuló una suba de 120% en los últimos doce
meses. En este último caso se buscaría un congelamiento real de precios
hasta fin de año. Aunque hace menos de un mes se hizo un anuncio similar sin
efecto alguno.
Pero al mismo tiempo se seguirá en conversaciones para poner en marcha
el programa Precios Justos. Massa les aclaró a las empresas que la idea de
ponerle un precio a los envases es de él y nada más. Así se preocupó por
desmentir que esto pueda tratarse de un “capricho” de Cristina Kirchner, quien
días atrás había advertido por la suba de los alimentos y el consiguiente
aumento de la indigencia. Su objetivo es que alrededor de 300 productos (de
distintos rubros) salgan con su precio en el packaging, algo que las compañías
de consumo masivo consideran inviable. Esta semana seguirán las negociaciones.
Acuerdos sectoriales
Mientras tanto, se sigue avanzando con distintos acuerdos sectoriales
para empezar a enfriar los precios. “A los que nos ayuden, por ejemplo
alcanzando compromisos de aumentar por debajo de la inflación, nosotros también
los vamos a ayudar, por ejemplo facilitando el acceso al mercado cambiario para
importar insumos”, reconocen en el entorno de Massa. En Economia estiman
que para el 15 de noviembre ya estará todo el andamiaje de precios negociado,
coincidiendo con el dato de inflación de octubre.
Massa, durante la presentación del presupuesto ante legisladores. La
idea es controlar el gasto y reducir el déficit públicos
La intención es además mostrar buenos números en materia de control de
gasto y baja del déficit fiscal. Esto permitiría al mismo tiempo cumplir con el
compromiso de cero emisión monetaria para financiar al Tesoro por parte del
Banco Central.
El “dólar soja” fue clave para matar no dos, sino tres pájaros de un
tiro. Por un lado le permitió al BCRA acumular USD 5.000 millones de reservas y
cumplir la meta trimestral con el FMI, cuando parecía imposible. También
significó una fuente de recaudación adicional muy significativa vía
retenciones, por lo cual se pudo cumplir con la meta fiscal a septiembre. Y el
ingreso de divisas resultó fundamental además para mantener la “paz cambiaria”,
que estaría más o menos asegurada hasta fin de año.
Pero Massa tiene claro que se trata de una tregua y que podría ser
precaria. Por eso, sigue en plenas negociaciones para “blindar” las reservas
más allá del Mundial de Qatar y fortalecer adicionalmente al Banco Central para
enfrentar el 2023.
Con menos dólares del trigo, el peligro de una campaña agrícola que
podría ubicarse USD 10.000 millones por debajo del año pasado y la típica
dolarización de portafolios de épocas preelectorales, será imprescindible
cerrar otro tipo de acuerdos con organismos, bancos o inversores para evitar un
nuevo “stress cambiario” justo antes de las elecciones presidenciales.
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