Por Carlos Pagni - La
venta de títulos en dólares por parte de la Anses y otras dependencias del
Estado, anunciada anteayer a media lengua por el Ministerio de Economía,
amenaza con constituirse en un antes y un después en la peripecia del Frente de
Todos.
Para hacer frente a
las gigantescas dificultades de financiamiento del déficit fiscal, Sergio Massa
prepara un gran canje de bonos con una receta que podría beneficiar a los
jubilados. Pero esos brumosos anuncios cobijan otras decisiones. Serían el modo
en que el ministro termina de cumplir un generosísimo acuerdo con los bancos
que, en caso de verificarse, dinamitaría por completo la retórica del
kirchnerismo sobre cómo debe ser la relación entre política y finanzas. Habrá
muchas discusiones, pero una sola evidencia: el resultado final de la operación
es que el Estado, ahogado por el déficit, saldrá a endeudarse a tasas
demenciales.
El Gobierno caminó
durante varios meses por la cornisa de los vencimientos de títulos en pesos.
Consiguió reestructurar 4,34 billones de esa deuda ofreciendo a bancos y
aseguradoras nuevos papeles que ajustan por inflación, o por inflación y
devaluación, con vencimientos en 2024 y 2025. Como parte del entendimiento,
Massa y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, permitieron a los bancos
utilizar esos bonos para constituir encajes. Es decir, para respaldar depósitos
del público sin tener que inmovilizar pesos a tasa cero. La noticia no se
comunicó por una circular, como de costumbre, sino que se consignó en la página
web del Central. Los bancos se llevaron algo más. Las autoridades levantaron la
prohibición de distribuir dividendos, establecida en noviembre del año pasado.
Ahora se podrían repartir el 40% de los resultados.
Las medidas que
trascendieron ayer agregarían, al parecer, una ventaja para quienes aceptaron
el canje de bonos de Massa: ahora podrían comprar a la Anses y otros organismos
oficiales bonos en dólares, con los cuales realizar operaciones de contado con
liquidación. Con una novedad: se suspendería la prohibición de acceder al
Mercado Único y Libre de Cambios que penaliza a quienes consiguen dólares con
ese método.
El conjunto de
estas concesiones sirve para calibrar el tamaño de la dificultad que encuentra
el ministro de Economía para financiar su programa. Como es obvio, son
prerrogativas que benefician al sistema financiero y que, de realizarse en su
totalidad, serán irritantes. Es evidente que muchos otros ramos de la economía
también sueñan con dolarizar y remitir al exterior sus ganancias. Sin embargo,
los más enojados serán los militantes del kirchnerismo más duro. Para ese
sector, Massa y Pesce, que ya debilitaron la garantía de los depósitos,
permitirían ahora que las entidades financieras, para usar la terminología con
la que castigaron siempre a Mauricio Macri, “se la fuguen”.
Si se concreta todo
el menú negociado, los banqueros habrán demostrado una formidable habilidad
para reducir sus costos ante los desaguisados del Gobierno. Aceptan papeles de
escaso valor, que con estos niveles de inflación tendrán que canjear dentro de
un año, para respaldar los depósitos del público. A cambio, se llevan dólares.
Massa debería sentirse humillado. Solo le queda la satisfacción del beneficio
que obtienen sus amigos financistas.
El otro capítulo de
las medidas que ayer todavía estaban en elaboración es la decisión de
atropellar a todas las entidades a las que la ley de administración financiera
dota de autonomía para obligarlas a desprenderse de activos en dólares a cambio
de activos en pesos atados a la inflación o a la devaluación. O, en algunos
casos, a cambio de pesos. La propuesta deberá afrontar situaciones particulares
con derivaciones, acaso, no previstas. Por ejemplo, entre las instituciones
públicas afectadas se incluye un fondo fiduciario que otorga garantías en
dólares a los que han invertido en energías renovables. Entre otros, fondos
internacionales. Los dólares para esas garantías fueron aportados por el Banco
Mundial, con la expectativa expresa de “reconstruir la confianza de los inversores”.
Ahora, de un manotazo, Massa se queda con los dólares y los cambia por papeles
pesificados. Más allá de la calidad de unos u otros, sería bueno conocer la
impresión de los técnicos del Banco Mundial ante este cambio de régimen.
El primer reflejo ante
el decreto de necesidad y urgencia que elabora Massa es calcular si las
dependencias afectadas pierden o ganan con esa operación. Queda disimulado otro
problema, de primera magnitud: el avance de la voracidad del Tesoro sobre
cualquier garantía de independencia para la administración de organismos u
empresas públicas. Otra señal de la angustia financiera del Gobierno.
Este deterioro
institucional está quedando eclipsado por un debate muy sensible por su
significado político: ¿Massa perjudicará o beneficiará a los jubilados? Porque
el mismo juego del ahorcado que practicó con los bancos ahora lo practica con
la Anses. Como, entre otras cajas estatales, Massa está por recurrir al
patrimonio en dólares del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) del
sistema previsional, debe exagerar la generosidad con los jubilados para
ocultar el verdadero problema: que su crisis de financiamiento lo obliga a
endeudarse en dólares a tasas siderales.
Con los datos
disponibles a última hora de ayer habría que suponer que Massa le ofrece a la
Anses un canje igual o más beneficioso que el que cerró con los bancos. En
principio, obliga al organismo previsional a que entregue bonos en dólares de
jurisdicción extranjera a cambio de bonos duales en pesos, atados a la
inflación y a la devaluación. Ambos activos estarían cotizados a valor técnico,
con lo cual la Anses no pierde. Es más, hasta podría ganar: los bonos en
dólares son más riesgosos, con alta inflación, que los bonos duales. Además,
Massa podría aducir que reduce la deuda del Tesoro en dólares.
Con los bonos en
dólares de legislación local, también hace un canje beneficioso para “los abuelos”.
Igual que con los papeles anteriores, toma el 70% de esos bonos en dólares y
entrega bonos duales. El 30% restante lo toma prestado y, a medida que lo va
vendiendo, entrega los pesos a la Anses. Imaginativo como siempre, Massa podrá
decir que con esos pesos la Anses cubrirá gastos sin pedir financiamiento el
Tesoro. Es decir, el fisco ahorra. O, si se prefiere, obtiene una nueva fuente
de financiamiento, porque puede tomar esos pesos de la Anses para colocar
nuevos bonos.
Hasta donde se
puede observar, el show de luz y sonido que Massa ofrece a los jubilados tiene
un final feliz. Bajó la deuda en dólares a cambio de deuda en pesos, pero el
total se mantuvo constante. Ni la Anses ni las demás oficinas afectadas
empeoraron su situación patrimonial. Hasta se podría decir que la mejoraron,
porque en el caso de la caja jubilatoria el Tesoro le permitirá comprar los
bonos duales con un descuento del 40% en su precio. Ojalá hayan consultado a un
abogado para cerciorase de que, aun cuando los destinatarios son “nuestros
viejitos”, pueden hacer ese regalo.
Operaciones opacas
Para entender el
truco de Massa hay que prestar atención, como con los engañosos
prestidigitadores, a la mano que no muestra. ¿De dónde saldrán los pesos que
les dará a la Anses y a los demás organismos del Estado? De la venta de bonos
en dólares que les incauta en este canje obligatorio. ¿A cuánto venderá esos
bonos? No se sabe a ciencia cierta, porque serán operaciones de mercado
secundario, siempre opacas. Pero, si se considera la cotización actual de esos
papeles que el Tesoro toma del FGS y de otras alcancías, se puede apostar a que
los venderá a un valor de 25 centavos cuando la lámina del bono dice 1 dólar.
Cuando los técnicos calculan cuál es la tasa de interés que Massa estará pagando
para conseguir esos pesos, el número es escalofriante: 45% en dólares.
Dicho de otro modo:
este trueque significa que el Tesoro hará algo parecido a una emisión de deuda
en dólares con un costo del 45%. Para tomar un parámetro histórico que permita
calibrar el drama: Néstor Kirchner provocó un escándalo cuando se endeudó con
Hugo Chávez a una tasa en dólares del 15%. La pérdida que ocasiona Massa no la
tendrán, hasta donde sabemos, los jubilados. La tendrán los contribuyentes.
Aquí está, otra
vez, el centro del problema: el Gobierno expone una fragilidad fiscal extrema.
Esa fisura está agravada porque la sequía recorta la recaudación por
retenciones en 7600 millones de dólares.
Además de
debilidad, hay mala praxis. El Massa que sale a vender deuda en dólares es el
mismo que a mediados de enero compró deuda en dólares. Aquella vez adquirió
papeles al 35% de su valor. Y ahora se prepara para venderlos al 25% de su
valor. Debería explicar el rédito económico de estas operaciones. Solo eso. Sin
embargo, debe explicar mucho más. Por ejemplo, si en aquella recompra algún
amigo se benefició con información anticipada. Hay dos causas penales referidas
al problema.
La discusión sobre
la administración de los fondos jubilatorios debería plantearse en el marco de
otras coordenadas conceptuales. El muy trabajoso acercamiento de Massa hacia
las metas pactadas con el FMI se debe a la gran licuación de los ingresos de
“los abuelos”. Alfonso Prat-Gay calculó que la mejora fiscal de 0,6% del PBI de
2022 se debió a una pérdida de 1,1% del PBI de los fondos de la Anses. Unos
6000 millones de dólares. Además, el experto Rafael Rofman ya explicó que con
la última moratoria se incorporaron 800.000 beneficiarios sin aportes que, por
efecto de la fórmula de actualización de haberes, implicarán una caída del 9%
en el valor real de las jubilaciones. Un desaguisado que contó con el tácito
aval del FMI, que confesó verse sorprendido por una ley que tenía estado
parlamentario desde junio del año pasado y que fue enviada por Alberto Fernández
a sesiones extraordinarias.
La prodigalidad en
el arreglo con los bancos y la desesperación por obtener fondos a una tasa del
45% en dólares se suman a otros pormenores. El Gobierno, también con la
participación de Massa como responsable de Energía, intervino a la
distribuidora eléctrica Edesur, con el argumento de que incurrió en muchas
interrupciones del servicio. Los funcionarios ignoraron que en la primera
quincena de marzo la demanda de electricidad fue 60% más alta que en la misma
quincena de 2022. Ignoraron también, a pesar de que lo señaló el economista
Nicolás Gadano, que esta semana Edenor, de José Luis Manzano, Daniel Vila y
Mauricio Filiberti, tuvo un mayor número de usuarios “caídos”. ¿Alguien pensó
en intervenirla? Manzano, Vila y Filiberti son íntimos amigos de Massa.
Filiberti es, además, protagonista principal de la licitación por compra de
coagulantes para agua organizada por AySA, según sospecha Ricardo López Murphy,
a su medida. AySA es la empresa que preside Malena Galmarini, la esposa de
Massa.
La ferocidad contra
Edesur comenzó a disolverse anteayer, cuando los ejecutivos de la empresa
recibieron al “verdugo”: el vicepresidente del Instituto Patria, Jorge
Ferraresi. Cuando Ferraresi escuchó que, como la tarifa eléctrica que iba a ser
actualizada en febrero sigue en el mismo valor, la compañía no puede hacer
inversiones, prometió que el Estado se hará cargo de las obras necesarias para
mejorar los servicios. Es decir: más gastos para el Tesoro. Y un riesgo: ahora
es el Poder Ejecutivo el que deberá dar la cara si, Dios no lo permita, se
producen nuevos cortes. ¿A qué se debió la agresión a Edesur? ¿Tuvo alguna
relación con que empresarios ligados al kirchnerismo como el albertista Fabián
de Sousa, del grupo C5N, o el metalúrgico Raúl Olmos, del grupo Crónica,
quieren quedarse con la firma? ¿A qué se debió la pacificación? ¿Tuvo alguna
relación con que Enel, la sociedad propietaria de Edesur, pertenece en un 26%
al Ministerio de Finanzas italiano? Italia es parte del G-7, integra la Unión Europea
y, en consecuencia, tiene una voz sonora en el FMI.
La encerrona
económica enloquece a la política. Malena Galmarini aportó ayer su invalorable
franqueza para culpar a la Casa Rosada, por no decir a Fernández, de
operaciones contra su esposo. Dijo que los conflictos no llegan a la
separación, “por ahora”. Y relampagueó una candidatura presidencial del
ministro de Economía que, para ser asumida, debería dejar de ser ministro.
Apareció la hendija. Massa está entre los dirigentes del oficialismo que apuestan
al crecimiento de Javier Milei. Repiten como un mantra que ya seduce a un
tercio del electorado. Imposible verificarlo. Tal vez es cierto. Tal vez será
cierto. Pero también hay que cuidarse de una eventualidad: que haya una campaña
peronista para poner a Milei en primer plano, estimulando así la fractura en la
oferta electoral opositora. Nada nuevo: lo mismo hacían desde Juntos por el
Cambio a favor de Massa cuando, entre 2013 y 2017, la fractura era del PJ.
Mejor no fascinarse
con estas martingalas e indagar lo que sucede en la vida práctica. ¿Es verdad
que Martín Insaurralde, el jefe de Gabinete bonaerense, intendente de Lomas de
Zamora y presunto candidato a gobernador, se reunió ya con Karina Milei, la
hermana del candidato de ultraderecha? ¿Existe alguna vinculación entre
Insaurralde y el penalista Fernando Burlando, lanzado ahora a la búsqueda del
voto? Más allá de los controvertidos antecedentes de Burlando, que se remontan
mucho más atrás de su patrocinio a la banda de Los Horneros, los asesinos
materiales de José Luis Cabezas, llama la atención su primera publicidad.
Disfrazado de indigente, con un micrófono abrochado a una musculosa demagógica,
se abraza con desamparados del Gran Buenos Aires a los que califica, con
perplejidad, por su decencia. ¿Es un aviso para robar votos de Juntos por el
Cambio o de Kicillof?
La angustia por la
posible pérdida del poder imagina salidas inesperadas. En el PJ se escucha esta
hipótesis: Kicillof presidente, Cristina Kirchner gobernadora. La Cámpora
pretende quebrar la negativa de la vicepresidenta a postularse. Allí evaluaban
anoche desviar la columna que irá mañana desde la ESMA a Plaza de Mayo para
pasar por su antiguo domicilio, en Recoleta, a pedir que revise esa reticencia.
Una licencia poética en la mitología de la proscripción. Son las candidaturas
de un mercado secundario que opera sobre un territorio al que la inflación y el
consecuente deterioro del salario vuelven amenazante: el conurbano bonaerense,
al que Aníbal Fernández quiere destinar 7000 gendarmes. Algo prevé. Algo está
temiendo. |