Por Javier Blanco - La plaza cambiaria local depende cada vez más de los ingresos del agro o del abastecimiento de reservas del Banco Central (BCRA) para sostener su languideciente actividad, que ayer tocó un nuevo mínimo en lo que va del mes, con US$137,6 millones operados. Los datos de la semana pasada son elocuentes al respecto: el sector agrícola liquidó US$560,8 millones, el 62% de los US$917 millones operados en el sistema oficial.
En un mercado que negoció un promedio de US$183,4 millones por rueda, otro 11% de las divisas las aportó el Central mediante sus ventas y el 27% restante las habrían sumado los demás exportadores, supuesto que parte de estimar que son nulos o casi los ahorristas o inversores dispuestos a liquidar dólares a $70 o $71, dado que son precios entre 60 y 90% inferiores a los que se pagan en operaciones bursátiles o vendiéndolos en el mercado negro.
Esa proporción se habría acentuado esta semana, tomando en cuenta que el volumen promedio operado en las primeras cuatro ruedas de la semana cayó a US$165,4 millones y que solo el lunes los agroexportadores aportaron 9,25 de cada 10 dólares negociados. Además, en lo que va de julio la entidad rectora del sistema ya lleva aportados hasta el último viernes (último dato oficial) el 13% de las divisas operadas. Fueron US$412 millones de reservas volcadas para mantener bajo control el anodino ritmo de desplazamiento del tipo de cambio al 0,12% diario.
Los datos inquietan a los analistas, que saben que el mercado está comenzando a dejar atrás la “temporada alta” de liquidaciones de divisas, referencia que alude al tradicional aporte que en las últimas décadas hizo la cosecha gruesa. “Si hoy ya prácticamente no tenemos mercado, con volúmenes que rara vez superan los US$200 millones, lo que viene puede ser más duro”, acota el experto cambista José Nogueira, que recuerda que en Chile y Brasil se operan diariamente un promedio de US$7000 y de US$20.000 millones por rueda, es decir, entre 35 y 100 veces mayores a los que se negocian aquí.
Los números del mercado dejan otra paradoja evidente: el sector que con más regularidad aporta divisas es el que el recibe menos pesos por cada dólar, ya que el valor de $72,26 al que cerró el mayorista en el día supone un precio efectivo (menos retenciones) que va de $48,5 a $50,6 para la soja, o de $63,6 para el maíz, el trigo o el sorgo que se exporte.
Los datos de comercio exterior muestran que nunca la balanza comercial dependía tanto del sector agroexportador desde 1986.
Un informe del especialista en comercio exterior y negocios internacionales Marcelo Elizondo señaló recientemente (sobre la base de cifras de los primeros cinco meses del año) que desde 1991 no había un enero-mayo en el que las ventas al exterior de manufacturas de origen industrial hayan sido tan bajas (22%) como en igual período de este año. Si bien hay un impacto de la pandemia, la dependencia del país de las agroexportaciones se ha incrementado.
Los números que dejó junio, con las ventas de productos primarios
creciendo al 46% interanual mientras las de manufacturas industriales se hunden 45,9%, solo aumentaron la inquietud al respecto, más allá del superávit de US$1484 millones. Esto es porque China pasó a ser el primer destino general de los embarques, al llevarse el 13,9% de las exportaciones argentinas y porque el 54,6% de lo que compró fueron porotos de soja (ni siquiera harina, aceite o algo más elaborado).
Esta evolución llevó a los economistas a marcar que los aportes que el sector podría hacer a una recuperación de la economía en estas condiciones ya no son muchos, lo que invalida las comparaciones con lo que sucediera en la salida de la crisis 2001/2002. “En el período 2002/2003 la soja subió 70% punta a punta, facilitando la recuperación de la economía en aquel entonces, fenómeno que difícilmente se repita ahora. Eso exige prestar mayor atención que la usual a los principales factores que influirán en el resultado productivo de un sector, dado que la inusual ausencia de lluvias en ciertas regiones podría complicar el avance de la campaña, en momentos en que, si bien los precios internacionales de los granos parecen resistir la crisis global, sigue habiendo riesgos de reversión”, apuntó el economista Juan Manuel Garzón, del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral).
Garzón recuerda que este marco general sobre el desarrollo de la actividad emerge “cuando los precios relativos internos de los granos ya no disponen de mucho margen como para absorber un retraso del tipo de cambio o mayores impuestos sin afectar más su tasa de inversión”.