Por Florencia Donovan - La cámara que agrupa a las empresas de seguros de vida y
de retiro tiene previsto presentarle hoy a Adrián Cosentino una propuesta para el reperfilamiento de las letras del Tesoro ( Lete) que ya habían sido reperfiladas por el gobierno de
Macri, pero que, se descuenta, no se podrán pagar bajo el esquema actual. Lo
mismo hicieron ya hace algunos días bancos y administradoras de fondos comunes
de inversión. Para el mercado local, el "re-reperfilamiento" de la
deuda del Tesoro era un hecho, y con conversaciones avanzadas hasta la semana
pasada existía la ilusión de que el nuevo gobierno buscaría elaborar una
propuesta de reestructuración consensuada.
Algo similar estaba ocurriendo con la deuda en manos de inversores
privados, sobre todo de grandes fondos internacionales. Bajo estricta reserva,
el equipo de Guillermo Nielsen -que incluye a
Cosentino- mantuvo en las últimas semanas reuniones con representantes de
bancos y de grandes fondos internacionales. Incluso había convocado de palabra
a un puñado de grandes bancos norteamericanos para que lo asesoraran en la
tarea.
Los tres modelos de canje ya estaban ensayados y conversados con algunos
acreedores: uno incluía la posibilidad de apelar a lo que en la jerga se conoce
como stand-still, que es acordar con los acreedores parar todos los pagos y no
negociar nada por un período determinado -por ejemplo, cuatro años- para darle
la chance a la Argentina de crecer. Una vez que la economía esté en marcha, las
condiciones de la deuda se renegociarían. En el ínterin, el país pagaría los
intereses correspondientes a cada período, pero nada del capital.
En el segundo modelo, la idea era pedirles a los tenedores de bonos dos
años de gracia y negociar ya las condiciones de la deuda a partir del tercer
año. Mientras que el tercer y último modelo, que ya había pasado por el filtro
del Excel de los economistas de Alberto Fernández, contemplaba directamente la
extensión en el tiempo del pago de capital y un recorte en los intereses.
"Si antes se debían cuatro cuotas de 100 pesos, se pagan 8 de 50 pesos y
se bajan los intereses a la mitad", explicaron. La idea en cualquiera de
los tres modelos era, a diferencia de lo que sucedió en 2005 o en 2010, apelar
a una propuesta que no fuera demasiado hostil para los acreedores.
Pero las versiones que la semana pasada colocaban a Guillermo Nielsen
lejos del futuro Ministerio de Economía pusieron en duda gran parte de los
consensos que habían comenzado a construirse en materia de deuda. Tanto Nielsen
como Cosentino cancelaron las reuniones que tenían previstas con inversores y
bancos para el jueves y viernes de la semana que pasó.
El problema no pasa tanto por los nombres, porque no parece que el
mercado tenga preferencia por una u otra figura, pero sí porque, una vez más,
la Argentina se vuelve para ellos impredecible.
¿Cuál es el plan de Alberto Fernández? Todavía nadie lo sabe. Muchas de
sus medidas se deslizaron o se intuyen, como el anuncio de un aumento para las
jubilaciones mínimas, las asignaciones sociales y los salarios básicos, o una
tarjeta para financiar la compra de alimentos sin IVA. Pero el presidente
electo no termina de mostrar un programa integral. Y el tiempo no juega a su
favor.
Por caso: el 12 de diciembre, dos días después de asumir, vencen las
primeras letras del Tesoro reperfiladas. Son US$142 millones de Lete y $16.000
millones de Lecap. ¿Habrá un default de títulos locales o se reestructurarán de
acuerdo con las conversaciones que por estos días lleva adelante Cosentino?
"No hay cambios de dirección ni de sentido -asegura un hombre de la
mesa chica de Fernández, frente a las dudas que generó en el mundo inversor la
nueva indefinición con respecto al posible timonel económico-. El plan es del
presidente", sentencia.
El nuevo gobierno se arriesga a desaprovechar oportunidades. La
renegociación de la deuda internacional de manera más o menos amistosa con el
mercado es, junto con el "re-reperfilamiento" de la deuda local, una
de las pocas certezas que se habían instalado y que vuelven a ponerse en duda.
Tanto la Argentina como los grandes fondos internacionales tienen
incentivos para buscar una rápida solución al problema de la deuda. La
Argentina, porque solo el año que viene tiene vencimientos por US$44.900
millones (incluyendo la deuda del Tesoro, la que está en manos de organismos
internacionales y los bonos en poder del sector privado), de los cuales
US$16.500 millones deben cubrirse en el primer cuatrimestre.
Las reservas internacionales, aunque dejaron de caer, no alcanzan para
mucho más allá de abril. Los managers de los grandes fondos, por su parte, no
quieren que la Argentina caiga en default: el país fue el mayor emisor de bonos
internacionales del mundo emergente en los últimos años; ¿cómo explicar entre
sus accionistas ahora un nuevo default?
El exceso de liquidez que hay en el mercado internacional y las
bajísimas tasas que ofrecen los activos libres de riesgo hacen que los
inversores estén ávidos de instrumentos que ofrezcan un retorno más atractivo.
Sin ir más lejos, la petrolera PAE, de la familia Bulgheroni, acaba de sortear
la semana pasada los 2500 puntos de riesgo país del soberano al colocar un bono
en el exterior a una tasa del 5% anual. El bono se suscribía en pesos, pero
pagaba luego capital e intereses en dólares y en el exterior, la mejor señal de
que las empresas argentinas que estén en sectores pujantes -caso Vaca Muerta-
todavía generan interés entre los inversores, siempre y cuando se sometan a
pagar sus deudas en moneda dura y bajo ley internacional.
En encuentros privados, Alberto Fernández les dice a la mayoría de sus
interlocutores lo que buscan escuchar. Lo hizo en México en sus reuniones con
los delegados diplomáticos de Donald Trump y localmente con muchos de los
empresarios con los que se reunió. Pero en público sus declaraciones parecen
más destinadas a alinear y a contentar a su propia tropa que a aplacar las
dudas de los agentes económicos.
Desconcierto externo
La política exterior es, para muchos, un frente al menos desconcertante.
"El eje progresista de Alberto tiene poco sentido considerando las
urgencias económicas", resume un hombre de la diplomacia, ya con años en
el país. Nadie cree que México pueda reemplazar a Brasil como socio comercial.
No solo porque la industria mexicana es mucho más competitiva que la brasileña
o la argentina, sino porque, aun en la era Trump, la diplomacia mexicana
siempre privilegió su lazo comercial con Estados Unidos. Solo las empresas de
alimentos y bebidas perdieron exportaciones por US$500 millones tras el último
acuerdo firmado entre Andrés Manuel López Obrador y Trump.
Cerca de Fernández hay quienes creen que el tembladeral que se desató en
la región juega a favor del gobierno argentino en sus negociaciones con el FMI.
Pueden estar en lo cierto. Pero a fin de cuentas dependerá de la relación de
Fernández con Trump que el Fondo le conceda al nuevo gobierno un cambio del
programa. Para lograrlo, la Argentina necesita el 85% de los votos del
directorio del organismo de crédito; solo Estados Unidos tiene el 16 por
ciento.
En reuniones en Washington, Gustavo Beliz, que tiene un contacto fluido
con burócratas de organismos internacionales y lobistas del sector privado,
deslizó que el presidente electo tendría previsto viajar a Estados Unidos
recién una vez que las conversaciones con el FMI estén más o menos encaminadas.
Estimó que un viaje a Houston, Washington y a Nueva York no se daría antes de
febrero.
Ante la duda sobre lo que vendrá, no pocos actores económicos buscan
protegerse. Para sorpresa del Gobierno, la recaudación tributaria de noviembre
viene mucho mejor de lo estimado. No tanto porque haya habido una mejora en la
actividad (todo lo contrario), sino porque está creciendo un 50% por encima de
lo estimado el ingreso por retenciones.
El campo prefiere vender antes que esperar a ver si Fernández aplica o
no un aumento en la alícuota (que en principio subiría de $4 por dólar al 12%).
Los inversores prefieren asumir costos antes de quedar atrapados en la
incertidumbre.
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