Por Walter Graziano - Las recientes medidas del BCRA restringiendo la venta de dólares en el mercado cambiario regulado por esa entidad para todas aquellos bienes que se consideran “suntuarios” ni siquiera abren motivos para la polémica. Es fácil comprenderlo: polémica puede haber cuando por ejemplo se discute si para achicar el déficit fiscal hay que bajar los gastos o aumentar los impuestos. Polémica puede haber acerca de si es mejor financiarse en pesos o en dólares, o si el Banco Central debe o no debe subir las tasas de interés como mecanismo de política antiinflacionaria. Cuando en cambio se toman medidas basadas íntegramente en prejuicios ideológicos no hay nada que polemizar. Si ello ocurre, lo mejor es advertir al funcionario que está actuando por fuera de cualquier lógica económica y que debe enmendar el error. Pero cuando los errores se repiten en el tiempo y son todos del mismo calibre, es porque ha llegado la hora de pensar seriamente si tal funcionario es apto o no es apto para ocupar su puesto. ¿Cómo es esto? Veamos. El objetivo que puede perseguirse –desde una pueril lógica de un advenedizo amateur en cuestiones económicas– puede ser múltiple: se puede por ejemplo creer que así se va a reducir el nivel de importaciones, o que se puede mejorar el saldo de la balanza comercial. O se puede pensar que de esta manera se mejora el nivel de las reservas externas del Banco Central. O incluso se puede pensar que se puede favorecer el nivel de actividad, de inversiones reales y de empleo mediante un proceso de sustitución de importaciones. ¿Tiene lógica la idea de restringir importaciones “suntuarias? No, no tiene ninguna lógica. Veamos por qué: si lo que se intenta es reducir el nivel de importaciones por ejemplo, no se tiene en cuenta que con este tipo de medidas lejos de disuadir la voluntad de importar bienes se la termina fomentando. Ocurre que cualquier importador que ingresa al país otro tipo de bienes teme, con mucha lógica y sana intuición, ser el próximo en la lista de prohibidos al acceso al mercado de cambios para importar. Y como consecuencia de ello, muy lejos de tranquilizarse se apresura a demandar dólares para importar porque sabe que en meses puede llegar a no poder hacerlo. Este proceso en vez de mejorar el saldo de balanza comercial lo empeora. Y no solo por ese efecto lo empeora. También lo empeora porque se termina exportando menos, y no más. Ocurre que se desplazan recursos de la producción de bienes exportables a la sustitución de importaciones. Por ejemplo, un empresario que está pensando en establecer un viñedo y una bodega para vender al exterior hará las cuentas y puede que en vez de ello decida poner en su lugar una destilería, comprar cebada y destilar whisky que ahora como no se puede importar más, aumentó bruscamente de precio. Es solo un ejemplo de los miles que puede haber. ¿Pero hasta donde puede ir este proceso? ¿Puede mejorar el nivel de actividad, el empleo y la tasa de inversión? Más bien podría decirse que se logra lo contrario. También es fácil entenderlo: como la medida es de un grado de arbitrariedad y de prejuicio ideológico supino, se teme que le sigan medidas de la misma índole no ya para impedir las importaciones “suntuarias” sino también para reducir el consumo de dichos bienes como bien podría ser la generación de impuestos especiales o la ideación de regulaciones para limitar las ventas de dichos bienes. Esa inseguridad la van a tener no solo los empresarios de las áreas castigadas con las medidas cambiarias del BCRA, sino la de muchos otros sectores que pondrán las barbas en remojo. Por ejemplo quien importa algodón de primera categoría para fabricar prendas de vestir “top” temerá que para fomentar la producción de algodón en el Chaco se le cierre el acceso a importar su materia prima, factor que hará que paralice cualquier plan de expansión de su negocio, no tome más personal y decida reducir las inversiones a niveles mínimos. Además, ¿alguien puede definir exactamente qué es un bien “suntuario”? ¿Se debería por ejemplo cerrar los restaurantes caros porque la panchería de la esquina no logra hacer repuntar sus ventas? ¿Debería prohibirse habitar en barrios considerados para clase ABC1 por el hecho de que el valor del metro cuadrado en las ciudades más pobres del país no remonta un solo dólar? Como se ve por este camino no solo no se logra bajar las importaciones, mejorar el saldo de balanza comercial, aumentar el nivel de actividad, mejorar el empleo ni favorecer la tasa de inversión, sino precisamente todo lo contrario. Además, si se aplica esa lógica ideologizada hasta el final todo alimento que no sea pan y agua es un lujo mientras haya hambre y argentinos desnutridos. Con ese criterio habría que sovietizar la economía lo que brindaría una certeza: seríamos todos pobres, sin distinción de clases. Sería una mágica igualación de un solo golpe. Claro que hacia abajo. Como queda claro entonces, este es otro de la larga serie de dislates y tropiezos que viene cometiendo el Banco Central conducido por Miguel Pesce, que no ha dejado desaguisado por cometer en el 2020. Recordemos como en septiembre pasado, en forma casi inmediata al éxito de la renegociación de la deuda decidió cerrar todo lo posible el mercado del dólar contado con liquidación aumentando el plazo de parking de los bonos, factor que elevó irremisiblemente el valor de los dólares libres legales en Argentina en vez de bajarlo, como era su objetivo. O la locura de disponer la refinanciación compulsiva de los compromisos con el exterior sin discriminar adecuadamente qué empresa estaba pagando un vencimiento real que no podía postergar y qué empresa se estaba mandando la “avivada” de aprovechar el subsidio implícito que hay en la diferencia entre el dólar oficial y el dólar contado con liquidación beneficiándose así con pagos solo teóricos a las casas matrices. Recordemos cómo se caldeó el mercado de cambios al punto en que todos los días había expectativas de nuevas medidas porque los mercados financieros estaban en pleno caos y proliferaba la corrida cambiaria. Tras mes y medio de disparate tras disparate del Banco Central el presidente resolvió bien: sacarle el chiche de las manos a Pesce, que lo estaba por romper, para dárselo al ministro Guzmán, a quien algunos habían acusado injustamente de no negociar todo lo bien que se podía la deuda, cosa que en realidad constituye un enorme logro de este Gobierno. Si no hubiera sido por Guzmán, la tranquilidad que hubo en los mercados en la última parte de 2020 directamente no hubiera existido. Diciembre, por ejemplo, fue un excelente mes en materia cambiaria y de reservas para el país. Las reservas aumentaron, los depósitos en dólares volvieron a los bancos, el BCRA pudo comprar dólares a buen ritmo. Y cuando todo preanunciaba la continuación de esta tendencia, ya bien temprano nomás, en enero, vuelven las discriminaciones ideológicas con las cuales se conduce lamentablemente el Banco Central. Es hora de decidir quién va a seguir manejando la economía: si el poder lo tiene o no lo tiene el ministro Guzmán, o si el poder está en el Banco Central. Haber nombrado un director cercano a Guzmán en el BCRA solo sirve como gesto. Si el Presidente no interviene en este tema, más tarde o más temprano estaremos de nuevo en problemas muy serios por la sencilla razón de que a la conducción del BCRA le cabe la máxima de aquel viejo cuento de la rana que llevaba en su lomo al escorpión para cruzar el río. Si no hay cambios de nombres en el BCRA no va a haber solución y habrá nuevos y mayores daños, por la sencilla razón de que patear el tablero por puro prejuicio sin lógica económica alguna está en su naturaleza. |