Por Fernando Gutiérrez - Claudio
Zlotnik - La sonrisa
de Alberto Fernández fue bien elocuente. Se sintió a gusto a lo largo de toda
la gira europea y sintió que el apoyo político para su renegociación de la deuda había sido todo lo explícito que él esperaba.
Desde el Papa
Francisco hasta Angela Merkel, todos los mandatarios manifestaron su
comprensión por la situación social que atraviesa el país y dejaron entrever
una postura crítica respecto de la manera en que la anterior administración del
Fondo Monetario Internacional había manejado el programa con Argentina.
Por estas latitudes, en
cambio, el contraste entre esa satisfacción de Alberto y el inocultable
malestar de Axel Kicillof fue evidente. La estrategia de jugar a una posición dura salió mal. No sólo no
se logró el reperfilamiento, sino que se debilitó la capacidad negociadora de
la Provincia y, por efecto colateral, de la propia Nación.
Para colmo, al gobernador bonaerense no le quedó siquiera la posibilidad de
compensar con algo de "relato" el mal resultado. Su argumento fue que
se pagaría gracias a la buena respuesta del mercado doméstico que le había
prestado $9.300 millones, pero, como se encargó de recordarle el ex ministro
Hernán Lacunza, ese dinero vino a cubrir vencimientos por un monto similar. Es
decir, se terminará pagando con dinero que María Eugenia Vidal dejó en la caja.
Esa ambivalencia marca, en definitiva, el momento que vive el Gobierno. Se
puede hablar de un éxito en el plano diplomático, que incluso sorprendió a los
analistas, que habían mostrado dudas sobre la capacidad de Alberto Fernández
para alinearse con las grandes potencias. Pero esa buena receptividad de los
líderes europeos tuvo su contraste con el bofetón del mercado, que no aprobó el
reperfilamiento del bono provincial ni aceptó el canje del bono dual propuesto
por Martín Guzmán para aliviar su cronograma de vencimientos en
pesos.
Y es en ese contexto que,
ahora, el Gobierno debe jugar una de sus cartas más importantes: la renegociación
con el Fondo Monetario Internacional, que reanudará la semana próxima el envío
de su misión técnica.
Ya con el guiño de los mandatarios europeos y de la propia Kristalina
Georgieva, los funcionarios argentinos ven la posibilidad inédita de que el FMI
pueda inclinar la balanza a favor de los intereses del país ante una negociación con los acreedores privados que aparece más
dura lo que se había previsto en un inicio.
Un
contrapeso en el directorio del FMI
Para Alberto Fernández,
el hecho de contar con el apoyo europeo es de fundamental importancia, sobre
todo porque se descuenta la dureza de Estados Unidos y, ahora, se podrá contar
con un contrapeso en el directorio del organismo.
Las expresiones de
la canciller Merkel, del francés Emanuel Macron y del español Pedro Sánchez
convencieron al presidente argentino de que ya cuenta con el respaldo de ellos
de cara a la decisiva renegociación con el Fondo Monetario Internacional.
Su mejor momento fue cuando en París, sin que él hubiese planteado el
tema, Macron tomó la iniciativa y le dijo: "Francia lo acompañará y se
movilizará con el FMI para ayudar a la Argentina al camino del crecimiento y a
una deuda sostenible. Sepa que puede contar con
nosotros".
Antes, se había llevado otra satisfacción en
el encuentro con Merkel, quien tras interesarse por la situación argentina y
las convulsiones políticas en América latina, se mostró de acuerdo con la tesis
albertista sobre que primero se debe hacer crecer la economía para recién
entonces saldar la deuda.
El peso específico de Alemania en el directorio del FMI y su condición
de líder del bloque europeo hicieron que para el presidente argentino esa
reunión haya sido especialmente valiosa.
Alberto F. confía, por ahora, en su virtud de hábil negociador para
sacar adelante una renegociación compleja: deberá tomar en cuenta ese pasivo de
u$s44.000 millones que se tiene con los acreedores privados. Se trata de bonos
que, en su mayoría, también fueron emitidos bajo el mandato de Mauricio Macri.
Haciendo números
Los gobiernos europeos, en su momento, fueron muy críticos de la postura
de Trump de otorgarle un préstamo histórico a la Argentina. El más grande jamás
dado por el Fondo Monetario.
Fernández apuesta también a que el Fondo haga una crítica interna
-aunque más no sea desde lo simbólico- por el fracaso de la estrategia
anterior, que terminó con la economía colapsada y una deuda impagable tal como fue concebida.
Desde que asumió, creen en la Casa Rosada, Georgieva ha mostrado puntos
interesantes en ese sentido. El último: un posteo en el blog del FMI en el que
se mostró a favor de darle un tinte más progresivo a los impuestos que cobran
los países.
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