Por Román Lejtman - Alberto
Fernández tiene posición tomada frente a los bonistas bajo legislación
internacional, y no cambiará una sola coma de la oferta que en los
próximos días Martín Guzmán comunicará a los fondos de inversión que
desean un trato más flexible por las consecuencias económicas y financieras
causadas por la pandemia del coronavirus.
Los bonistas
iniciaron una ofensiva para desgastar la posición del gobierno que corre por
tres andariveles distintos. Sostienen que Guzmán es sólo un académico con
escasísima cintura política, consideran que el presidente debería atenuar su
agresividad por los efectos económicos de la pandemia y aseguran que prefieren
el default a convalidar una mala oferta.
El lobby de los
fondos de inversión taladra el celular de Alberto Fernández y busca saltar al
ministro de Economía para llegar al despacho presidencial y hacer su alegato de
oído. Sucedería en los próximos días, pero hay pocas chances que los
bonistas coronen un éxito rutilante.
Alberto Fernández
hizo home office en Olivos. A la mañana caminó con su amigo
Eduardo Valdes, y detrás moviendo la cola, iba Dylan por el parque de la quinta
presidencial. Cerca del mediodía pidió un ensalada de fruta y un jugo natural
de naranja, y en la intimidad de su despacho ratificó su estrategia ante
los bonistas que operan en Wall Street.
“Si las tasas
mundiales están a cero, o son negativas, no entiendo por qué tenemos que
atenuar las condiciones de la oferta, como ahora piden los bonistas”, dijo el
Presidente mientras Dylan iba y venía por la oficina.
-Los bonistas
quieren una tasa de interés cercana al cinco por ciento anual-, le
comentaron a Alberto Fernández.
-Ellos tienen
derecho a pedir lo que quieran. Pero yo ese interés no les pago. Si hay
tasa cero, no voy a pagar cinco anual. Sería una locura-, argumentó.
La posición de
Alberto Fernández es respaldada por el Fondo Monetario Internacional (FMI). A
diferencia de crisis financieras anteriores -de Raúl Alfonsín a Mauricio
Macri-, donde el FMI jugaba al lado de los bonistas y ponía a picar piedras al
gobierno argentino, el actual board liderado por Kristalina Georgieva sostiene
la estrategia de la administración peronista y coloca a Wall Street en una
situación de relativa debilidad.
El apoyo del FMI es
clave para la negociación de los bonistas, que si no quieren defaultear sus
propias acreencias con la Argentina, tendrán que presentar ecuaciones
alternativas a las propuestas que exhibieron durante su último viaje a Buenos
Aires. Alberto Fernández quiere honrar la deuda, pero sólo cuando sea
sostenible, y eso implica que los fondos de inversión deberán aceptar reglas de
juego que aún se resisten a convalidar.
La oferta diseñada
por Guzmán y avalada por el Presidente es fácil de describir:
1. Quita de
capital.
2. Postergación del
pago del capital remanente.
3. Quita de los
intereses fijados en el cupón.
4. Postergación de
los intereses remanentes.
Los bonistas o los
fondos de inversión tienen posibilidades de negociar los porcentajes de los
cuatro conceptos de la oferta Alberto Fernández/Guzmán, pero recibirán una
negativa rotunda si pretenden enterrar alguna de las variables que forman parte
indisoluble de la estrategia de negociación del gobierno argentino.
El Presidente y su
ministro de Economía desean una poda formidable de la deuda contraída con los
bonistas -capital y cupón- y consideran que los efectos económicos de la
crisis del coronavirus jugarán a favor de la Argentina. “Será una negociación
dura, y sólo pagaremos los que corresponde", ratificó Alberto Fernández
ayer en Olivos.
Se lo vio confiado,
pese al Riesgo País, la caída de los títulos argentino y el olor a hielo que
recorre el mundo.
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