Por Jorge Herrera
- En medio de un incendio pedir que los bomberos cuiden el mobiliario es
ingenuo. Entran a manguerazos y hacha en mano. Una vez sofocado el siniestro se
verán los daños. Con la actual política monetaria expansiva ocurre algo
parecido. No hay duda de que habrá “el día después” de la pandemia, pero no
menos cierto es que hoy ya muchos toman decisiones por adelantado, frente a la
avalancha de pesos.
Alguna señal
sobrevino en las últimas jornadas de parte del mercado de cambios, aunque pueda
estar “sobrecargada” del momentum: una economía en recesión, sin
financiamiento, con riesgo de un nuevo default, y en un mundo por demás
complicado. Hasta ahora la demanda de dinero fue
acompañando el tsunami monetario, prueba de ello es el fenomenal crecimiento de
los agregados monetarios (M1 y M2) a un ritmo superior al 80% anual. Es cierto
que el bajo nivel de monetización al que cayó la economía doméstica en los últimos
años brindaba cierto margen, al Gobierno, para aprovechar en monetizar parte
del déficit fiscal. Pero la pandemia ya hizo que el auxilio explotara llegando
la asistencia del BCRA al
Tesoro a niveles de más del 80% del déficit total en el acumulado de los
últimos doce meses, según la consultora OJF. El martes pasado el BCRA volvió a transferirle al Tesoro
utilidades por $180.000 millones, sumando así en la primera quincena $290.000
millones. En lo que va del año el BCRA le giró entre Adelantos Transitorios y
Transferencia de Utilidades, $912.000 millones, un 64% más que todo el 2019.
Esto representa casi media base monetaria.
El sector privado
ha elevado sus tenencias de billetes y monedas, producto de la pandemia, por
precaución y para hacer transacciones. Hoy ya tienen $1,25 billones mientras
los bancos $34.013 millones. El resto de la base monetaria, que hoy se acerca a
$2,4 billones, son los encajes bancarios. También los depósitos a la vista y en
caja de ahorro en pesos del sector privado muestran un fuerte crecimiento por
los motivos ya expuestos.
Pero aparecen
ciertas señales que evidencian cierto agotamiento, tanto el deseo del público
de tener dinero en efectivo como bajo la forma de depósitos. Algo
mejoraron las colocaciones a plazo fijo, luego de ciertos cambios normativos,
lo que se ve claramente en la segunda quincena de abril y sobre todo en la
primera de mayo que crecen un 7%. Pero las expectativas están
“recargadas”, más allá que se hable de “fogonazos” inflacionarios, todos temen
al “día después”. Algunos ya obran al respecto. Otros intentan anticiparse. De
lo que no hay duda que la experiencia de los 70 y 80 muestran a las claras que
la tasa de inflación no se estacionará en estos niveles.
¿Qué otras cosas hay que mirar?
En medio del fragor
del canje los argendólares siguieron drenando. En doce días de mayo cayeron
u$s472 millones, desde la cuarentena u$s863 millones y en lo que va del año
u$s2.163 millones. El stock cayó a u$s17.285 millones, un 11% menor a fin de
2019. No es un tema menor porque afecta la posición de reservas del BCRA.
La semana pasada el
BCRA sacó dos comunicaciones que pasaron sin pena ni gloria, salvo para los
agropecuarios, pero harán ruido. Por un lado le permite a los principales
bancos integrar encajes en pesos con Bonos del Tesoro en pesos a tasa fija
vcto. mayo 2022 (igual que con los Bonos del Tesoro vcto. noviembre 2020), pero
estos bonos estarán excluidos de los límites previstos en las normas sobre
“Financiamiento al sector público no financiero”. Además los bancos podrán
integrar con Leliq la totalidad de la exigencia de encajes en pesos (salvo el
máximo permitido con Bonos del Tesoro en pesos a tasa fija) de los depósitos a
plazo fijo e inversiones a plazo del sector privado.
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