Domingo 22 - Por Marcos
Buscaglia* El programa económico va a ayudar a desacelerar la inflación, de eso
estamos seguros”, dijo el presidente Alberto Fernández en París, unos días
antes de que el Indec publicara el índice de inflación de abril. El 6% mensual
llevó la inflación anual al 58%, superando el índice máximo que se había
registrado durante el gobierno de Mauricio Macri, en mayo de 2019.
El promedio de inflación mensual de los primeros cuatro meses del año
fue de 5,3%, más alto que el de igual período de 2002 y el mayor, por lejos,
desde 1991. Matemáticamente, no debería ser tan difícil bajarla. El dirigente
piquetero Luis D’elía, extrapolando la desaceleración de 0,7% que se observó
entre marzo y abril, argumentó, con más corazón que análisis, que al mismo
ritmo de desaceleración durante cuatro meses, la inflación llegaría al “2,8%
mensual”. Pero, como decía el ex decano de la escuela de negocios de la
Universidad de Nueva York, Peter Blair Henry, “a veces el análisis económico obliga
a la cabeza a abrazar conclusiones que el corazón preferiría rechazar”. Veamos
cuáles son esas conclusiones.
Las mediciones preliminares de mayo apuntan a una inflación cercana al
5% mensual, lo que llevaría la inflación interanual arriba del 60%. A la suba
del precio de la nafta se suman el aumento de prepagas, colegios privados,
expensas, TV por cable y otros más. En junio, si los funcionarios del sector
energético que responden a Cristina Kirchner se dignan, deberían implementarse
las subas de las tarifas de gas y electricidad, que le pondrán un piso elevado
a la inflación del mes. Es decir, es probable que la inflación de junio esté
por encima del 5%, lo que llevaría la inflación del primer semestre a superar
el 36%, o un 85% en forma anualizada.
La baja de la inflación deberá esperar al segundo semestre. Pero aquí se
cuela, además del impulso de salarios y otras dinámicas inerciales, una
perspectiva monetaria y cambiaria que hará difícil que la inflación caiga
sustancialmente.
En los primeros cuatro meses del año, el peso se depreció “solamente” un
12,2% contra el dólar. Comparado con un año atrás, la moneda local había caído
un 23,3% a fines de abril. El peso, ajustado por las inflaciones relativas de
la Argentina y la de Estados Unidos, se había fortalecido un 16% interanual
contra el dólar a fines del mes pasado. Es decir, el Gobierno sigue usando, al
igual que en 2021, al tipo de cambio para bajar la inflación o, mejor dicho,
para evitar que suba más.
Este atraso cambiario no sería un problema si la situación del sector
externo fuese holgada, pero no lo es. Hasta el 17 de mayo, el Banco Central
(BCRA) había comprado solo US$776 millones en el mercado cambiario, comparado
con compras por 5,183 millones en igual período de 2021. Esta mala performance
se da en el contexto de exportaciones récord. En los primeros cuatro meses de
2022 se exportaron cereales y oleaginosas por US$11.097 millones, según la
Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina, el máximo valor
histórico y US$1342 millones más que en esos meses de 2021. |