, con consecuentes pérdidas financieras. El problema
de estas reacciones, dicen los acreedores, es que desde el exterior se analizan
día a día estos resultados (en general, con pérdidas por imprevisión); y se
cuestiona la falta de información que los brookers locales les envían a sus
jefes directos de las sedes en Nueva York, Londres, Madrid o donde esté ubicada
la sede central.
Esta semana se mencionó como ejemplo de la falta de
comunicación, el mal resultado que el Gobierno obtuvo en el canje del Bono
Dual, del que sólo un 10% aceptó el convite oficial, ante una propuesta
considerada mala e inviable para cualquier mesa de dinero de un acreedor
competitivo. Pero a la que, además, pocos podían sumarse al haber concretado al
mismo tiempo de la indefinición por el pago del bono PB21 que
finalmente el gobernador Axel Kicillof decidió
liquidar en tiempo y forma. Afirman varios de los operadores que en sus
carteras convivían el PB21 y
el AF20;
y, ante la posibilidad de un default bonaerense, no podrían aceptar una oferta
del Gobierno nacional sin recibir reproches (o algo más) de las sedes
centrales. Afirman estas fuentes del mercado de capitales que este tipo de
problemas se hubieran solucionado con un mayor diálogo, tanto desde Hacienda
como desde La Plata; y que la opción de cerrarse para sorprender al mercado
terminó jugándole el contra tanto a Martín
Guzmán como a Kicillof. Nuevamente, los “friendly”
mencionan que hasta hace días el diálogo era fluido y que no les debería caber
el rótulo de “sospechados”, y que, en consecuencia, no se los debería
consultar.
Imagen de
este enojo fue la decisión del fondo
“Templeton” de no participar de la colocación del AF20, y
estar en alerta ante la estrategia que anuncie en las próximas horas Guzmán
sobre cómo enfrentará el próximo vencimiento de $95.000 millones del 13 de
febrero (ver página 3). Templeton
ostenta el 23,5% del Dual, y el éxito de cualquier movimiento en los pagos (sea
canje o reperfilamiento voluntario) exige su presencia. El
hecho de haberse negado a participar (dato que, además, el Gobierno
desconocía), aceleró durante el martes pasado la mala fortuna de la operación.
El problema es que Templeton se anota en el listado de acreedores que en los
últimos cuatro años, y con pérdidas millonarias, aceptaron participar en varias
de las colocaciones de deuda (en divisas y en pesos) durante la gestión de Luis
Caputo como ministro de Finanzas del Gobierno anterior. Y que siempre mostraron
disposición de diálogo tanto con la gestión anterior como con la actual. Se
trata, además, de un viejo conocido de Alberto Fernández.
En marzo del año
pasado, cuando el ahora Presidente era un embajador de buena fe de Cristina de
Kirchner en sus contactos con los acreedores tuvo reuniones para asegurarles
que la deuda sería reconocida y que, eventualmente, habría una renegociación de
buena fe. Las reuniones se realizaron en las oficinas porteñas de uno de los
brokers más importantes del país e incluyeron a Templeton, la casa de
inversiones estrella que había llegado al país en el peor momento de la crisis
durante 2018, apostó al Bote y que calcula pérdidas que superan los u$s1.000
millones. Templeton y los otros interlocutores fueron los
que pidieron aquel encuentro, suplicando para que el meeting se mantenga en
secreto y en la más absoluta discreción; y comprometiéndose además a no
divulgar lo que se dijera en esa oficina del microcentro porteño. Luego de
aquellos días, y luego de haber sido el fondo estrella de los tiempos de Luis
Caputo, Templeton se convirtió en estos tiempos en uno de los interlocutores
más fluidos con el “albertismo”.
Templeton,
y otros bancos internacionales, reclaman al Gobierno que los separen de la
consideración de los complicados, como Greylock, Fidelity, BlackRock y Rowe
Price, más algunas casas de inversión europeas, las que, tal como mencionó este
diario, no muestran disposición de diálogo y buena fe en la negociación, sino
voluntad de llevar la discusión a un extremo que le provoque al país una
imposibilidad de llegar a un acuerdo para, finalmente, tener que optar el país
entre pagar o el default. Se destacaron en este proceso el Greylock, que
aceleró compras de bonos nacionales aprovechando la primera caída pos-Paso del
12 y 13 de agosto de 2019, para avanzar en más posiciones luego del 11 de
octubre.
En
aquellos días, el titular del fondo, Hans Humes, blanqueó su estrategia. En
septiembre pasado, en una entrevista para Bloomberg TV, afirmó que valía la
pena “comprar los bonos soberanos de Argentina, ya que la Nación tiene
problemas de liquidez, pero no de solvencia” y que “si no se está asumiendo una
reestructuración de base amplia como en 2005, vale la pena mirar esos activos”.
Greylock es un viejo conocido de la Argentina. Había participado del proceso de
bonos argentinos en default por u$s95 millones con un valor nominal de u$s68
millones y era además el segundo acreedor de Impsa, el grupo industrial de la
familia Pescarmona. Greylock tuvo cuatro etapas en su relación de acreedor con
el país. La primera fue luego del canje de 2010, cuando fue uno de los pocos
impulsores del segundo lanzamiento de reapertura del canje de los títulos en
default, durante el Gobierno de Cristina de Kirchner. Luego del fallo en contra
del país de Thomas Griessa se sumó al “juicio del siglo”, y le reclamó a la
Argentina la totalidad de sus tenencias. Después se sumó a la oferta de abril
de 2016 de Alfonso Prat Gay. Finalmente, reapareció en el segundo semestre del
año pasado comprando deuda local en situación complicada.